He aquí una serie de propuestas para la labor de la joven escritora escribiente inscrita en el espacio en blanco.
Si bien, la multiplicidad de espacios, de hojas, de pieles llenas de vacios, aún proponen la espera de la cúpula, no es posible iniciarse en la quema de milpas previa a la cosecha sin antes tener presente la imagen de la semilla.
Los jóvenes mixquiltecas, como es sabido, ofrecen las sienes antes del parto. Cálida caricia a la semilla, saludo a lo innombrable. Por ello la creciente controversia sobre la implantación de lo semánticamente incomprensible, el deleite. Sin embargo, la polisemia de la semilla aun no es asequible más que dentro de la hierofanía diaria de su sonrisa.
Como la hidroponía, conocida ya por los mixquiltecas dentro de los primeros años de su civilización e implantación como cultura dominante del ensueño, la hidratación de vuestra presencia sería suficiente para colonizar el terreno más desértico de la zona norte del glacial ventromedial de las cavidades coronarias de éste que escribe.
Espero no se me coloque en el extremo opuesto, también participo de las gotas. Sin embargo, en la preñez de muchos años, en la locomoción del pez, en las entrañas del texto, en el recato y en el recado, en el chisme estrujado por la psicosis social de las masas abruptas y violentas que sucumben a la impronta del parpado, también he nacido. Pero ello no ha sido por merito propio, de sus entrañas vengo.
“Favor de no sacar las sillas al jardín”, declaración imperativa que debería terminar en “hacer del jardín una silla”. De tal suerte que las cadenas no nos detengan de los glúteos sino de la pachamama en un secuestro gozoso. En las entrañas vivo.
Si bien el acertijo no es por sí solo un motivo, si lo es el misterio, ese que también he visto nacer en vuestros ejercicios matutinos. Sea en el maullido del perro o en la pata de la silla de jardín, una clara yuxtaposición de lo eternamente sin importancia. Y ahí está de nuevo, con la inquietud marcando el paso. Paso extraño, ajeno, elocuente, como la ola que habita los mil rincones de mi almohada, los mismo que esperan se colonizados. A las entrañas regreso.
Si se ha percatado la joven escribiente, las viseras están por todos lados de la propuesta, mis entrañas. Incluso en las pausas, incluso ahí, en la víscera, en la hiel, en el infortunio, la constante es la misma, vos.
Por lo tanto no ha de olvidarse la libertad de la cárcel en blanco, esos límites precisos para volar, para ser devorados como quien acaricia el paisaje; ya sea por el vuelo del lápiz, la vida de la marsopa, el cáliz, la nausea, el computador-ladilla, el parpadeo, la retorica, el desencanto y la desconfianza; el desayuno, la maroma y el circo; los limites propios y la ropa limpia; el rocío de sus palabras, la tinta derramada, la soledad y los labios color carmín.
Mis entrañas soy.
Un suspiro que no me pertenece, es vuestro, lo demás, lo demás también.
Te autoadscribiste a la condición cochinista y te dieron cuello junto a tu la puerca que te insitó a dambiar de naturaleza ?
ResponderEliminarcondicion natural la chochinista. se trata de una conjugacion, es una metafora de la trascendencia de la misma. aun sin cabeza.
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